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Dr. Víctor Amaury Simental Franco

Investigador Nacional SNI 1, Licenciado, Maestro y Doctor en Derecho por la UNAM, Maestro y Doctor en Medio Ambiente y Desarrollo por el IPN, catedrático en diversas instituciones privadas y públicas.

Es altamente probable que la humanidad esté pasando por el período más sombrío en lo que ha sido su periplo por la Tierra y esto no es cualquier cosa, porque de que han habido tiempos muy complejos a lo largo del devenir humano, claro que los ha sufrido.

La perspectiva pesimista de Hobbes (el hombre es el lobo del hombre) ante la esencia de lo que es la humanidad o la postura (del poder político) de Maquiavelo se evidencian como una realidad prácticamente inobjetable.

Hambre, guerra, epidemias y muerte, descritas como las calamidades que traen los jinetes del apocalipsis, se ciernen sobre todos los confines de la Tierra, la gente común vive en un estado de permanente incertidumbre por su presente y su devenir. Son tiempos de crisis generalizada.

México, el “cuerno de la abundancia”, supuestamente  bendecido con todo tipo de recursos naturales (lo cual es una generalización), pero que, contrario de lo que se piensa, no son estos la base de la riqueza, sino la industrialización y tercerización de la economía, situaciones de las cuales está distante nuestra nación; pues bien, diversos pensadores contemporáneos consideran que la base para el desarrollo de una nación (o su contrario, es decir, la explicación para su estancamiento) se encuentra en el orden jurídico.

Así es, el Derecho (todo lo concerniente al mundo de lo jurídico) es la explicación más puntual, eficaz y eficiente para entender el por qué algunas naciones crecen y generan sociedades donde hay bienestar y otras por el contrario (a pesar de contar con todos lo elementos para poder hacerlo) se estancan.

México, a pesar de lo que dispone nuestra Constitución Política, está muy lejos de ser un verdadero Estado de Derecho, ni mucho menos una democracia consolidada y, por tanto, los derechos humanos son una deuda vigente y en permanente crecimiento que el Estado mexicano tiene con su población.

El rezago que hay en torno a los derechos humanos en nuestro país abarca todos los ámbitos desde los cuales puedan ser abordados los derechos humanos, desde su conocimiento, difusión, discusión, implementación, respeto, ejercicio, accesibilidad, tutela, protección, reparación, etcétera.

Una pregunta, que seguramente flota en esta discusión, sería ¿y quién o quiénes son los responsables de las deficiencias antes descritas? La respuesta fácil sería culpar al gobierno (o mejor dicho, a los diversos órganos del poder público), pero ¿en realidad esto es así? A nuestro juicio, indicar (como muchos lo hacen) que todo es culpa del gobierno, es no sólo simplificar en exceso las cosas, sino generar una irresponsabilidad generalizada, ya que, el gobierno no es algo etéreo, sino que está integrado por personas y que, además, hoy en día (al menos en México) los principales violadores de los derechos humanos son el crimen organizado (y también el desorganizado).

Es menester tener presente que el derecho humano más importante es el derecho a la vida; enseguida vienen otros tales como la dignidad, la libertad, la igualdad, la equidad, la propiedad, y luego otros muchos más (la lista es quizás infinita) que de no ser respetados vuelven una entelequia a los antes listados, tales como el derecho humano al agua y al saneamiento (es decir al baño), el derecho a la alimentación, a la vivienda, a la seguridad, al esparcimiento, a la privacidad, etcétera.

Simplificando, tenemos por un lado un listado extenso y en permanente construcción de derechos humanos, por el otro, una indefinición sobre quién o quiénes son los responsables en las deficiencias en la implementación efectiva de los derechos humanos (porque decir que el gobierno y los criminales son los únicos que incumplen o violentan los derechos humanos es falaz); pero por otro lado, tampoco sería correcto (ni prudente) indicar que todos violan los derechos humanos, porque, a pesar de todo, mucha gente, posiblemente la mayoría de la población, cumple espontáneamente con los derechos humanos.

Aquí es oportuno ir por el camino fácil, que cada quien haga lo que le corresponde, cumpliendo responsablemente con sus deberes (por cierto, hablando de deberes, si hay deficiencias notables en la discusión sobre los derechos humanos, peor, mucho peor, está el panorama relativo a los “deberes humanos”).

No hay sector que escape a esta crítica (el incumplir con lo que le toca a cada quien), yendo de arriba para abajo, vemos que las dirigencias políticas en términos generales han fallado, pero lo mismo puede decirse de los detentadores de los medios de producción, y qué decir de los diversos sectores que integran a la clase media: profesionistas (de todas las disciplinas), comerciantes, medianos productores, pequeños empresarios, etcétera, y llegando a los estratos más bajos de los segmentos sociales, lo mismo puede decirse, insisto y aclaro que, en todos estos sectores, hay quienes sí han hecho lo que les toca (quizás la mayoría).

Una crítica que no es autocrítica, es (por decir lo menos, como tirar la piedra y esconder la mano) a uno de los sectores que con mayor claridad ha sido “cómplice” del estatus deficitario en torno a los derechos humanos, es el de los juristas, el gremio de los abogados ha fallado, es la realidad y hay que aceptarla. Y que cada quien responda por sus acciones, ya que no puede negarse que: la impartición y procuración de justicia es un reclamo generalizado, por la insatisfacción de la población en lo general (pero debe quedar claro que, esto no es exclusivo de jueces y fiscales, sino también y de manera protagónica, por los abogados postulantes). Sin embargo, no es sólo este ámbito y qué decir de la generación de las leyes (hoy vemos con estupor reformas legales que a todas luces son anticonstitucionales, como una Guardia Nacional que constitucionalmente debe ser civil, pero que se adscribe a las fuerzas armadas), o lo concerniente a los fedatarios públicos (el escándalo relativo a la renovación de la representación nacional de los notarios públicos, en un proceso viciado de origen, es la mejor muestra para ello), y ¿la enseñanza del Derecho?, y por último: ¿qué pasa con la ciencia jurídica (la investigación)?, pues poco (¿y mal?).

En la medida en que un tema es estudiado, se entiende mejor, siendo entendido, puede ser explicado y de ese modo llegar a más gente. Es muy probable que a pesar de tratarse de un tema que, aparentemente está en la discusión de los temas de interés de manera generalizada, sea desconocido (en su esencia) por la mayoría de la población.

Los derechos humanos no deben ser vistos como una temática exclusiva de los abogados, no. Estos deben ser conocidos, socializados y discutidos por la generalidad de la gente. Hacerlos suyos como parte de la cultura general.

Es menester que los abogados y, en particular, los especialistas en los temas concernientes a los derechos humanos, participemos mucho más activamente en la difusión de la cultura de los derechos humanos, no es algo opcional o secundario, sino esencial, y me atrevería a decir, obligatorio; es un deber al cual hay que ponerle todo nuestro empeño y compromiso profesional.

Recientemente el CUEJ, a través de su Rector el Dr. Juan Rabindrana Cisneros García, sugirió llevar a cabo una investigación seria, pero accesible en el lenguaje, sobre los derechos humanos; asumimos el encargo con gusto y fueron convocados otros diez investigadores y defensores de derechos humanos, para que, en conjunto elaboráramos una obra diversa, con un simple común denominador: derechos humanos. El resultado de esta empresa fue un texto integrado por once ensayos, escritos por Sandra Gisela Gómez Jaimes, Wendy Godínez Méndez, Alfonso Mendoza Juárez, Carlos Arturo Martínez Negrete, Lawrence Flores Ayvar, Carlos Alberto Aguilar Blancas, Francisco Pérez Martínez, Carlos Ortega Laurel, Fernando Cárdenas Gracia, Juan Rabindrana Cisneros García y quien escribe estas líneas. Son tocadas diversas cuestiones relativas a los derechos humanos, desde casos de estudio tan llamativos como la violación a derechos humanos por violencia obstétrica, el derecho al olvido, la tutela de los derechos culturales de los pueblos indígenas, los medios de control constitucional, el derecho humano a la salud y la otra cara de los derechos: los deberes.

Invitamos a que la comunidad jurídica conozca esta obra, pero sobre todo, a que nos involucremos mucho más activamente en el mundo del Derecho, específicamente en el de derechos humanos y que en conjunto construyamos una cultura general de los derechos.

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